martes, 21 de enero de 2014

El necesario testimonio de Sánchez Manzano

Han pasado casi 10 años del 11-M y acaba de salir un libro más sobre el tema. Se titula 'Las bombas del 11-M: relato de los hechos en primera persona'. Lo escribe el comisario principal Juan Jesús Sánchez Manzano, jefe de los Tedax cuando se produjo la masacre. Es decir, el hombre que dirigía al equipo que durante los primeros días recabó las pruebas que dieron origen a la investigación.

Los Tedax estaban en el centro de la catástrofe, en el punto nuclear desde donde tenían que comenzar las pesquisas. Sus indagaciones, de hecho, acabaron con la detención de varias personas posteriormente condenadas por la Audiencia Nacional. Autoridades, medios de comunicación y fuerzas de seguridad de todo el mundo reconocieron la labor de estos profesionales, que no corrieron la misma suerte en su tierra.


Sánchez Manzano revela en su libro que el Centro Nacional de Inteligencia estaba muy pesadito, personándose en el lugar de los hechos y haciendo "insistentes llamadas telefónicas" para averiguar nuevos datos sobre la investigación. Insinúa, no dice, el comisario principal que seguramente querían informar primero a entonces presidente Aznar.

¿Por qué no fue el jefe del Ejecutivo a la fuente primaria, a la Policía? ¿Quién dejó de entregarle los informes que emitían los Tedax y que desde el primer momento ya indicaban que ETA estaba fuera de la investigación? ¿Acaso Aznar y sus ministros ignoraron conscientemente esas comunicaciones internas?

Nadie hizo caso a Sánchez Manzano entonces. Sí le interpelaron desde el Ministerio del Interior para que se hiciera cargo del error del Titadyne, para que asumiera que había sido su equipo el que había fallado al identificar la marca de la dinamita. No lo hizo. Fue claro, aunque muchos no quisieron entenderle. Dijo que no se podía determinar el tipo de dinamita en aquellos puntos donde habían estallado los explosivos.

¿Qué tal luego la relación de este comisario principal con el sucesor de Aznar? Pues más de lo mismo. Sánchez Manzano pidió al nuevo Ministerio del Interior que le respaldara o que al menos le dejara defenderse. Nuevamente obtuvo un no por respuesta. Es lo que tiene la política. En su libro, el exjefe de los Tedax insinúa, no dice, que al Gobierno socialista, como admitió Zapatero en su entrevista con Iñaki Gabilondo, le interesaba la situación tal y como estaba, con el PP insistiendo en una vía sin salida y perdiendo apoyo popular a espuertas.

Lo más que consiguió, confiesa, fueron las disculpas de Zapatero, quien le reconoció en privado que el comisario le estaba sirviendo de escudo, que en realidad iban a por él. Pero nada más. Han tenido que pasar diez años para que Sánchez Manzano, con la frialdad que permite el paso del tiempo, pueda contar su versión a la opinión pública.

Lo hace a través de un libro que cuenta con detalle todos sus pasos, que compara la información que El Mundo tenía en su poder con la que luego publicaba, que relata los pormenores policiales que rodearon a los primeros días de la investigación.

He podido leer el libro con serenidad y en profundidad porque Sánchez Manzano confió en mi para llevar a cabo la edición del texto. Poco he tenido que corregir, porque el relato estaba escrito desde el corazón y se notaba que era fruto de un trabajo paciente y pausado de recopilación de documentación.

Creo que el comisario principal hoy en un destino discreto sabe más de lo que cuenta, que ha sido prudente en la revelación de datos, pero que su obra transmite esa certeza propia de la historia basada en información, no en opinión ni en especulación.

Sin duda no es todo lo que ocurrió aquellos días, faltan testimonios y versiones de otros protagonistas que también estuvieron en momentos clave. No sé si estos terminarán contando su parte.

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