viernes, 27 de septiembre de 2013

Emprender o mirar la vida pasar

El esfuerzo, la confianza y el riesgo empiezan ocupar
un lugar más importante en la mente de los españoles.
Ayer estuve con un grupo de emprendedores. ¿Reconfortante? No, lo siguiente. Sus caras expresaban energía y cansancio, prudencia y audacia, vida y esfuerzo. Llevaban meses trabajando sin reparar en que también necesitaban dormir. "Me han echado varias veces de este sitio a las tres de la mañana", me contaba uno de ellos señalando una zona de coworking situada en el centro de Madrid.
Otra chica me decía que hacía cada día 8 o 9 visitas a potenciales clientes. Se dice muy pronto, pero 8 o 9 visitas son más de 12 horas de trabajo. Si no, haced cuentas y veréis que entre traslados, esperas, tiempo de exposición, etc. es imposible rebajar ese tiempo de dedicación diaria.

Estuvimos charlando más de cuatro horas sobre el negocio que están poniendo en marcha. La conversación fue estimulante y muy constructiva creo que para ambas partes. No tienen dinero, pero sí muchas ganas de trabajar, que es el primer e imprescindible paso para que llegue lo otro.
Al terminar, observé que en ese espacio de coworking había un grupo de emprendedores que estaban explicando su proyecto a medio centenar de oyentes. El concepto de este encuentro era también brutal. Muchos de los asistentes acudían para escuchar la iniciativa de los que exponían, pero también para dar su opinión e incluso para unirse a la misma.
Tras explicar su idea, los ponentes contaban también cuáles eran sus necesidades y, si alguno de los presentes sabía del tema y le gustaba el proyecto, podía ofrecerse a trabajar en ello. No había dinero de por medio, porque era la fase inicial y quedaba todo por hacer, pero el conjunto sí emanaba mucho deseo de aportar, de estar ocupado, de hacer cosas.
Como decía José Mota en uno de sus sketch, dinero no hay, pero trabajo "to el que quieras". La idea la pronunció el showman en clave de humor, por supuesto, pero, como muchos chistes ingeniosos, también cuenta con su parte seria.
Ninguno de los presentes en la zona de coworking tenía el objetivo de trabajar sin ganar dinero. De eso no hay duda. Pero todos ellos sabían que quien algo quiere, algo le cuesta. Eran muy conscientes de que nadie les iba a regalar nada. Tenían claro que, si seguían esperando sentados una oferta de trabajo, ese golpe de suerte que cada vez se asimila más al que se produce cuando te toca la lotería, corrían el riesgo de encontrarse con que se les había pasado la vida mirando al infinito.
España ha sufrido un pasado no tan reciente de miseria y hambre, que quizá ha podido imprimir en sus ciudadanos cierto miedo al riesgo y una necesidad de buscar seguridad y comodidad por encima de cualquier cosa. Pero ese tiempo ya no existe en la mente de muchos jóvenes, que miran a la realidad de frente y saben que no tienen más remedio que desprenderse de ese pesado lastre. Ya es hora de que conceptos como el riesgo, el esfuerzo y la confianza en las personas, empezando por la que debe tener uno en uno mismo, sustituyan a ideas como seguridad, crisis o apadrinamiento laboral.

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