viernes, 4 de julio de 2014

Periodistas y robots

Fotograma de la película 'Primera plana'.
Associated Press está apostando por sustituir periodistas por robots. Estos últimos los utilizan ya para escribir noticias, sobre todo las historias relativas a los resultados trimestrales de las empresas, informaciones –todo hay que decirlo– que los profesionales han escrito casi de forma mecánica durante los últimos años. Yo mismo me enfrenté una temporada a este tipo de noticias, donde en ocasiones apenas cambiaban los datos, los nombres de la compañía y expresiones como aumenta, disminuye, beneficio, pérdida, más o menos. Lo demás se hacía con el piloto automático.
Puede parecer un episodio sin importancia, que podría no tener continuidad; sin embargo, los datos indican lo contrario. Los robots están cada vez más presentes en una actividad tan racional y humana como ha sido siempre el periodismo. Otro ejemplo es la exclusiva que dio Los Ángeles Times hace unos meses gracias a uno de sus robots, Quakebot, programado para actuar cuando se produce un temblor. La máquina extrae continuamente información del Servicio Geológico de Estados Unidos y la valora en función de unos criterios de importancia.

En el artículo ¿Reemplazarán las máquinas a los periodistas?, el reportero y miembro del Instituto Reuters para el Estudio del Periodismo de la Universidad de Oxford Nicola Bruno cuenta que los informadores tenemos que mirar la botella medio llena y ver a los robots como aliados. También explica su proyecto Effecinque, que trata de volver a los orígenes de la profesión aprovechando el potencial de las máquinas en colaboración con el profesor de la Universidad de Nueva York Jay Rosen.

La iniciativa, la ilusión, la crítica afilada, la creatividad o la imaginación son conceptos humanos que nunca podrán sustituir las máquinas, fundamentalmente porque se trata de nociones contrarias en sí mismo al automatismo, base del proceso mecánico. Dicho de otro modo, las personas siempre podrán aportar algo más.

¿O acaso puede una máquina 'navegar' por los tribunales, hablar con jueces y fiscales, interrogar a abogados, leer entre líneas, aprovechar un encuentro casual, esperar el momento o conseguir una sentencia gracias a antiguos contactos? ¿Acaso será capaz un software de rodar un reportaje con testimonios solo conseguidos tras varias horas de conversación con mujeres acosadas en África o víctimas de la trata de personas en Europa del Este? ¿Acaso tendrá algún día un ordenador la sensibilidad para detectar a una persona que sufre y que, sin embargo, quiere ocultarlo?

En España, muchos de los 434 nuevos medios lanzados por periodistas desde que comenzó la crisis en 2008 ya tratan de regresar a esos criterios básicos de la profesión y visualizar la tecnología como un compañero de viaje. Cada uno con recursos limitados, como es normal en este tiempo de crisis, pero todos esos nuevos proyectos rezuman esa confianza en su capacidad para aportar algo al panorama informativo.

Iniciativas como Acuerdo, Yorokobu, Elconfidencial, Seguridad y Tribunales o 93 metros, entre una larga lista de proyectos de muy diversa índole, apuestan por potenciar al periodista como principal activo. Ahondan con reportajes profundos en la compleja realidad social, sacan a relucir noticias que otros quieren ocultar o ponen contra las cuerdas a poderosos. Pero también analizan datos, aplican enfoques radicales –en el mejor sentido de la palabra– o se basan en nuevos conceptos como la transparencia.

La inclusión de los robots en nuestro trabajo –el de los periodistas– nos facilitará la labor, como ha ocurrido históricamente en el sector industrial, aunque también nos forzará a ponernos las pilas. Por eso debemos apostar por aquello que aporta valor, que nos diferencia de las máquinas, del automatismo y del borreguismo. ¿Qué sentido tiene contar lo que todos cuentan?, se preguntaba Mar Abad, redactora jefa de la revista Yorokobu, durante una conferencia en octubre de 2013. "Las agencias de comunicación seguro que nos odian, porque nunca damos sus notas de prensa", insistía la periodista.

No en vano, hoy por hoy El Confidencial o Voz Populi, entre otros muchos, exigen a sus periodistas un tema propio cada día. Tarea nada fácil, por otra parte, pero único modo de sobrevivir. El valor de una información a la que cualquiera puede acceder cada vez tiende más a cero. Cero euros también. ¿Qué importancia tendrá entonces que ese tipo de informaciones mecánicas las hagan los ordenadores? Ninguna. "Bienvenidos sean esos robots si nos van a liberar del trabajo que no aporta valor a nuestros lectores", prefiere decir el periodista David Martínez.

No hay que preocuparse excesivamente, en mi opinión, de las máquinas como amenaza. Más bien debe 'ocuparnos' la tarea de trabajar para que sean nuestras amigas y nos ayuden a buscar historias que emocionen. Y esto no no hay mejor modo de hacerlo que utilizando las dos cosas que nos diferencian de los chips y que moldean nuestra inteligencia: la creatividad y el corazón.

Y ahí tienen mucho que decir las universidades, los ahora tan de moda 'labs' o los institutos de investigación. El actual es un momento perfecto para poner fin a decenas de años de andadura en paralelo –sin puntos en común– de universidades y empresas informativas. "Seguimos dando las mismas clases con periodistas que escriben sin saber que ya hay un robot reuniendo datos por ellos", dijo el pasado jueves el vicerrector de Cultura de la Universitat de València, Antonio Ariño, durante unas jornadas de economía de la educación, después de plantearse cómo adaptar el programa de estudios a las nuevas necesidades de la profesión. ¿Y qué otro modo de dar la vuelta a las enseñanzas universitarias, ajustarlas más a la realidad para que sirvan a los estudiantes y a los periodistas, que poniendo en común conocimientos?

Periodistas y profesores, empresas y universidades, deben caminar juntos, discutir, enfrentarse, reaccionar y equivocarse para aprovechar este momento y salir reforzados ambos en esta carrera conjunta por superar a los robots por elevación.

@RRBallesteros

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